Hoy hemos visitado el Museo de Cáceres, no con finalidad estética,
sino como un acto relacionado con la reivindicación de la igualdad de géneros, ya que mañana 8 de Marzo, es el Día
Internacional de la Mujer. Cada una de las actividades en que hemos participado,
ponen de manifiesto la diferencia que ha existido y sigue existiendo, en cuanto
a la igualdad en la participación social de mujeres y hombres. También nos han
descubierto algunos de los mecanismos, conscientes e inconscientes, que perpetúan
esa situación de inferioridad de la mujer.
Hemos visto como los “estereotipos” nos engloban y nos
marcan, como nos dejamos guiar por ellos para conseguir una mayor aceptación
del grupo, como la que intenta ser ella misma y lucha se ve expuesta al rechazo.
Ese control social hace que muchas veces seamos lo que los demás nos dicen que
somos, y que nos olvidemos de lo que querríamos ser. Porque en realidad, nos
enseñan a tener miedo a la libertad, miedo a tomar decisiones, miedo a la
soledad, miedo a la autonomía.
En “Las mujeres de verdad tienen curvas” se descubre como,
una de las herramientas con las que se intenta mantener los roles tradicionales
de la mujer, es la propia mujer: La madre, Carmen, obsesionada con el
matrimonio, los hijos y su vejez, intenta convencer a su hija pequeña, Ana, para
que asuma su “destino” y no ese camino liberal, que le llevará a romper
ataduras y el modelo de vida establecido y buscar su salida en los estudios, en una formación que le permita una vida mejor
e independiente.
Las visitas a las
secciones de Arqueología, Etnografía y Bellas Artes demuestran claramente como
a lo largo de la Historia a la mujer se le han designado papeles secundarios y
se le ha apartado sistemáticamente de los puestos de responsabilidad y de poder
en todas las sociedades y ámbitos. La Iglesia, las religiones, han tenido una
responsabilidad de primer orden en esta situación de desigualdad, justificando,
en nombre de Dios, el control muchas veces absoluto que las mujeres han sufrido
de sus padres, maridos o hijos. Claro, que si lo pensamos bien, en la Iglesia
mandan hombres y el papel que les asignan a las mujeres religiosas es
claramente de segundo o tercer orden.
El problema es el machismo. Jean Auel, en su saga de “El
Clan del Oso Cavernario”, defiende que hubo igualdad mientras que los hombres
creyeron que el don de la vida era femenino, en el momento en que el hombre
descubrió la relación entre el acto sexual y el embarazo, cambio la mentalidad
masculina: Eran fuertes, eran cazadores y la vida también dependía de ellos,
¿por qué entonces compartir el poder con la mujer? Ahí comienza el patriarcado,
que aún domina en tantas parcelas de la vida actual.
¡Ojalá nunca haga falta un “Día del Hombre”!, el feminismo
no es el matriarcado, no defiende que los hombres sean propiedad de sus madres
y luego de sus mujeres. Si tú apoyas la igualdad, es que eres feminista.
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