La tercera edad es uno de los grupos más numerosos que se
enfrentan diariamente a la exclusión social. La disminución de su capacidad
adquisitiva, la soledad, el aislamiento, el sedentarismo, la vulnerabilidad, la
dependencia, la discriminación por razón de edad o las cargas, ocupaciones y
responsabilidades derivadas de la crisis económica, son algunos de los
problemas con que se enfrentan. Además, muchas veces, los avances de las nuevas
tecnologías les hacen sentirse torpes para adaptarse a una nueva sociedad, que
por ser mayores, les considera con unas capacidades de aprendizajes mínimas.
Es verdad que España, respondiendo a las exigencias del Art.
50 de la Constitución, ha puesto en marcha una serie de servicios y de
prestaciones que van desde las pensiones de jubilación a la red pública de
servicios sociales. Pero se quedan insuficientes ante el envejecimiento de
nuestra población y el incremento de las necesidades y demandas que plantea
este colectivo.
En la solución de este problema la labor del Educador Social
es imprescindible, pero requiere conocer qué es lo que sucede, cuál es la
realidad de los ancianos; y a partir de ahí, establecer las acciones oportunas
que posibiliten una mejora en la calidad de vida: Intervenir descubriendo
causas de exclusión, denunciar las situaciones de injusticia y la desatención,
sensibilizar a los agentes sociales dando a conocer la realidad de los ancianos,
fomentar su participación activa e integración social ofreciendo proyectos, valorar sus conocimientos y
experiencia como referencia hacia los más jóvenes, o sumarlos a los servicios
de la comunidad sirviendo en cargos apropiados a sus intereses y capacidades,
ya que para que se sientan integrados en la sociedad, es necesario que tengan
una participación activa en sus proyectos.
En la solución de esta problemática los Centros de Día, las
Residencias de Mayores o los Hogares de Pensionistas son fundamentales, también
actividades de manualidades, deportivas o de ocio o clases de lectura-escritura e informática. Pero hay casos a los que estas instituciones y
herramientas no llegan, casos que la labor de voluntarios de asociaciones como
“La Cruz Roja” ayuda a solucionar a través de distintos programas: Ayuda en el
hogar, visitas diarias de acompañamiento, transporte al hospital, o actividades
y paseos de reunión que permitan ampliar la vida social de nuestros mayores. A veces,
la labor social de estos voluntarios solo ayuda a paliar la soledad, pero con
tan poco hacen la vida más feliz a cientos
de personas.
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