lunes, 18 de abril de 2016

Víctimas y cómplices

El rol de crítica se hace cada vez más difícil, encontrar una noticia de actualidad sobre injusticias sociales y que además no sea sobre un tema ya visto es complicado. He leído sobre Figo, y como contesta a una periodista solo porque es “guapa”, o de la nueva clínica ambulante para amputados sirios, pero ya hemos tratado el tema de la discriminación por razón de género y el de los refugiados, así que, después de buscar mucho, mi crítica será sobre la realidad que refleja la noticia del País “Tras el lucro del despilfarro” que podéis ver en http://elpais.com/elpais/2016/02/24/planeta_futuro/1456337998_413852.html . La crónica refleja como el actual sistema de compra y venta de alimentos pone en riesgo los derechos de las personas más vulnerables y también al planeta, y nos explica como el capitalismo actual fomenta un modelo de mercado poco sostenible que impulsa el desperdicio de alimentos, despilfarro que se convierte en una de las barreras que dificultan la lucha contra el hambre en el mundo.



No se puede admitir que mientras se desperdician 1300 millones de toneladas de comida, 800 millones de personas en el mundo sufran desnutrición crónica.
Es intolerable, que la acción social pública no se dirija a luchar por salvar el derecho de todas las personas a una alimentación adecuada.
Creo injusto, que las multinacionales sobrevivan a costa de expropiar tierras en países no desarrollados para dedicarlas a monocultivos, sin reparar ni un momento en los individuos a los que quitan el único medio que tienen para su subsistencia alimentaria.
Considero indigno, que cuando las tierras se agotan por ese tipo de siembra y ya no son productivas sean abandonadas dejando a poblaciones enteras en la miseria.
Es degradante, que la sociedad permita una sobreexplotación que produce alimentos que se tiran, y que causa la liberación de miles de millones de toneladas de gases de efecto invernadero.
Es una vergüenza, que el despilfarro de una tercera parte de los alimentos que producimos, haga que el precio de estos suba hasta hacerlos inaccesibles a millones de personas.
Califico de bochornoso, que las mismas personas que producen muchos de nuestros alimentos en condiciones de semiesclavitud no puedan después disfrutarlos.
Es ofensivo, que el problema de la  desnutrición no nos sea ajeno en España, donde desde el inicio de la crisis, ha aumentado de manera alarmante el número de bancos de alimentos.



El desarrollo, desde este punto de vista, es un fracaso; porque ha sido capaz de aumentar la producción pero no de distribuir los alimentos equitativamente en el mundo. El progreso debería contribuir a la lucha contra el despilfarro alimentario y contra el hambre mediante la acción de todos: Gobiernos, sector privado y ONG. Pero también de los ciudadanos, que no podemos desentendernos de nuestras obligaciones si queremos un mundo más justo, y que debemos tomar conciencia de que con este sistema de producción todos somos víctimas y cómplices.

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